miércoles, 6 de agosto de 2014

Relatos en cadena: "Nuestros mismos ojos..."




Nuestros mismos ojos, nuestras mismas manos, incluso tenía una nerviosa y peculiar  manera de  girar su anillo de casada al hablar, una manía idéntica a la  de nuestra madre. Era ella, sin duda era ella. Años buscándola, soñándola, imaginando cómo sería su cara, su pelo, imaginando como sería nuestra hermana mayor. Desde que mamá nos contara la historia de su bebé robado se había convertido en una causa común de la familia, había que encontrarla y allí estaba, con un semblante entre emocionado y perplejo ante tanta demostración de amor por parte de absolutos desconocidos, era el fin de una pesadilla, el inicio de una nueva historia, nuestra nueva historia.

"¿Nuestros mismos ojos? ¡qué redundancia! nuestros ojos son nuestros ¡de quién si no!".
 Aquel viejo profesor de lengua corregía mis errores de lenguaje hasta la saciedad, me resultaba odioso, pedante, yo era jóven ¿quién osaba corregirme?. Con el tiempo lo entendí, entendí de la importancia de las palabras, de la comunicación verbal, entendí que hablar con corrección, hacerse entender, era respetar al otro y a uno mismo. Aquel viejo profesor fue vital en mi elección de futuro.

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