Esperó hasta dormirse y soñó con otra Navidad en la que no se escucharan musiquillas repetitivas y ñoñas, en la que las calles no estuvieran abarrotadas de gente ávida de regalar con la tarjeta de crédito y no con el corazón, en la que falsos sentimientos de amor y fraternidad no se interpusieran a los verdaderos.
Cuando despertó lo vió todo más claro. Iba a volar allí donde los niños no esperan escuchar ese tintineo irritante que precede a Papá Noel porque lo que esperan es escuchar los motores de los aviones repletos de comida.
Lo tenia decidido; "No más solidaridad desde mi sillón relax".
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